sábado, 25 de enero de 2014

El fatídico cuarto año de secundaria

Dicen que todo tiempo pasado fue mejor, pero toda regla tiene su excepción, sobre todo si el recuerdo viene con huellas imborrables para nuestra memoria.

Esta historia tiene que ver con el cuarto año de educación secundaria, cuando más de la mitad de mi salón repitió el año. Tengo entendido que cuando más de una cuarta parte de un salón sale reprobado es porque algo en el sistema educativo no ha funcionado para la mayoría, y por lo tanto es imposible que sea por culpa del alumnado; sino más bien como repito por el sistema educativo que no funciono…..al menos con mi querido salón.

Recuerdo que la mayoría veníamos desde primer grado, es decir que para entonces ya teníamos junto más de 10 años, por lo tanto éramos una familia, pero como bien dicen en toda familia, también se cuecen habas.

El salón era todo menos un lugar donde se podría adquirir conocimientos, bueno al menos los  académicos establecidos dentro de la curricula escolar.

En defensa de aquellos compañeros que vivieron esa traumática e imborrable experiencia, debo comentarles que ese año nuestro salón estaba compuesto por 51 alumnos, es decir una sobre población escolar difícil de controlar, y donde la chacota y la palomillada era el plato fuerte de cada clase.

Ese año éramos tantos (superpoblación escolar) que teníamos déficit de carpetas, y la disputa por estos asientos con otros salones era una guerra declarada todos los días. Recuerdo que al regreso de la hora del recreo, algunas veces llegábamos al salón de clase y no había carpetas, puesto que los alumnos de otro salón aprovechando el vacío propio de la hora del recreo, se las había apropiado, situación que finalmente acabada con una guerra por recuperar el preciado tesoro. En los días siguientes no quedaba más remedio que marcar las carpetas con las iniciales de cada estudiante, las mismas que la hacíamos con vidrio. Recuerdo que en una de estas guerras por recuperar las carpetas, un amigo de uno de nuestros compañeros al que llamábamos Borracho, y que venían a reforzar a nuestro salón en aquellas interminables peleas, saco un revolver, es decir la recuperación de estas carpetas, era por las buenas o por las malas.

Por el lado del profesorado, creo que no tuvieron el tino para controlar o declarar en emergencia este salón. Algunos profesores como la recordada profesora de Biología,  de nombre Tula, en un momento de desesperación al ver que nadie le hacía caso, agarro a rodillazos a mi difunto compañero Amoroto (dos años después de terminar  el colegio se estrello con su auto y perdió la vida). Escenas como estas eran el pan de cada día. Como nadie le hacía caso, optaba por simplemente ponerse a escribir sin parar en la pizarra, para luego casi sin dar tiempo, borrar la misma. Era una estrategia para según ella tener al salón atento a su clase, cosa que casi nadie seguía y nos daba igual lo que escribía.  Después de percatarse que esto no funcionaba, se dedicaba a dictar las dos horas que duraba su clase, cosa que lo hacía desde la puerta del salón para evitar que los alumnos se escapen, Si  me pregunta que tanto aprendí de Biología en mi época escolar, pues tal vez lo mismo que un estudiante de primaria sepa de energía nuclear.

Otra clase muy apreciada era la dictada por el profesor de Religión, cuyo apellido era Yacolca. Es más hasta tenía una canción de recibimiento, la cual era entonada por todo el salón y cuya letra decía a Yacolca le gusta el pi piri piri piribiri biri, cosa que por supuesto no era del agrado del profesor, pero no tenía más remedio que aguantar, total era una muestra de cariño del salón.

No había profesor que la pasara bien, y finalmente su venganza fue el desaprobar a la mayoría del salón.

Una de las particularidades que tenía el colegio, no sé si aun la mantendrá, era que la clausura del año escolar fuera el día 30 de diciembre y la entrega de libretas la primera semana de enero (como para pasar un buen año nuevo). Esa primera semana de enero recuerdo que al llegar al colegio a recoger mi libreta, encontré a dos amigos al borde de las lagrimas por que había repetido el año,…¿qué cosa les dije?, no puede ser, al seguir avanzando encontré a un par más de compañeros que estaban en la misma situación. A pesar que mis notas de los bimestres pasados estaba todo bien, no les puedo negar que tenía miedo de recoger la libreta, me imaginaba que tal vez era una venganza de nuestros profesores por el mal comportamiento. Para esto ya contabilizaba más de quince compañeros que no sabía qué hacer porque había perdido el año escolar. Fue cuando me arme de valor y me acerque a recoger mi libreta y no la abrí hasta que salí de aquella oficina y finalmente pude comprobar que no estaba dentro de aquella fatídica lista de repitentes. Sentí un gran alivio, pero no podía dejar de preocuparme por la enorme cantidad de compañeros que no nos acompañaría en lo que sería nuestro último año escolar.

Lo que me quedo como enseñanza de aquel año escolar, es que por más que la corriente te arrastre hacia una dirección, somos nosotros finalmente los que podemos cambiar el rumbo y no dejarnos arrastrar, que hay momento para todo y todo tiene su tiempo y dedicación.

El día de hoy que escribo esta historia, me contacte por el facebook, con un amigo que tuvo la suerte de no estar en aquella lista negra y del que no había sabido nada desde que dejamos el colegio, y entre tantas cosas  recordamos aquel Fatídico cuarto año de secundaria


Nos vemos!

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