Dicen que todo tiempo pasado
fue mejor, pero toda regla tiene su excepción, sobre todo si el recuerdo viene
con huellas imborrables para nuestra memoria.
Esta historia tiene que ver
con el cuarto año de educación secundaria, cuando más de la mitad de mi salón
repitió el año. Tengo entendido que cuando más de una cuarta parte de un salón
sale reprobado es porque algo en el sistema educativo no ha funcionado para la
mayoría, y por lo tanto es imposible que sea por culpa del alumnado; sino más
bien como repito por el sistema educativo que no funciono…..al menos con mi querido
salón.
Recuerdo que la mayoría
veníamos desde primer grado, es decir que para entonces ya teníamos junto más
de 10 años, por lo tanto éramos una familia, pero como bien dicen en toda
familia, también se cuecen habas.
El salón era todo menos un
lugar donde se podría adquirir conocimientos, bueno al menos los académicos establecidos dentro de la curricula
escolar.
En defensa de aquellos
compañeros que vivieron esa traumática e imborrable experiencia, debo
comentarles que ese año nuestro salón estaba compuesto por 51 alumnos, es decir
una sobre población escolar difícil de controlar, y donde la chacota y la
palomillada era el plato fuerte de cada clase.
Ese año éramos tantos (superpoblación
escolar) que teníamos déficit de carpetas, y la disputa por estos asientos con
otros salones era una guerra declarada todos los días. Recuerdo que al regreso
de la hora del recreo, algunas veces llegábamos al salón de clase y no había
carpetas, puesto que los alumnos de otro salón aprovechando el vacío propio de
la hora del recreo, se las había apropiado, situación que finalmente acabada
con una guerra por recuperar el preciado tesoro. En los días siguientes no
quedaba más remedio que marcar las carpetas con las iniciales de cada
estudiante, las mismas que la hacíamos con vidrio. Recuerdo que en una de estas
guerras por recuperar las carpetas, un amigo de uno de nuestros compañeros al
que llamábamos Borracho, y que venían a reforzar a nuestro salón en aquellas
interminables peleas, saco un revolver, es decir la recuperación de estas
carpetas, era por las buenas o por las malas.
Por el lado del profesorado,
creo que no tuvieron el tino para controlar o declarar en emergencia este
salón. Algunos profesores como la recordada profesora de Biología, de nombre Tula, en un momento de
desesperación al ver que nadie le hacía caso, agarro a rodillazos a mi difunto
compañero Amoroto (dos años después de terminar
el colegio se estrello con su auto y perdió la vida). Escenas como estas
eran el pan de cada día. Como nadie le hacía caso, optaba por simplemente
ponerse a escribir sin parar en la pizarra, para luego casi sin dar tiempo,
borrar la misma. Era una estrategia para según ella tener al salón atento a su
clase, cosa que casi nadie seguía y nos daba igual lo que escribía. Después de percatarse que esto no funcionaba,
se dedicaba a dictar las dos horas que duraba su clase, cosa que lo hacía desde
la puerta del salón para evitar que los alumnos se escapen, Si me pregunta que tanto aprendí de Biología en
mi época escolar, pues tal vez lo mismo que un estudiante de primaria sepa de energía
nuclear.
Otra clase muy apreciada era
la dictada por el profesor de Religión, cuyo apellido era Yacolca. Es más hasta
tenía una canción de recibimiento, la cual era entonada por todo el salón y
cuya letra decía a Yacolca le gusta el pi piri piri piribiri biri, cosa que por
supuesto no era del agrado del profesor, pero no tenía más remedio que
aguantar, total era una muestra de cariño del salón.
No había profesor que la
pasara bien, y finalmente su venganza fue el desaprobar a la mayoría del salón.
Una de las particularidades
que tenía el colegio, no sé si aun la mantendrá, era que la clausura del año escolar fuera el día 30 de diciembre y la entrega de libretas la primera semana
de enero (como para pasar un buen año nuevo). Esa primera semana de enero
recuerdo que al llegar al colegio a recoger mi libreta, encontré a dos amigos
al borde de las lagrimas por que había repetido el año,…¿qué cosa les dije?, no
puede ser, al seguir avanzando encontré a un par más de compañeros que estaban en la misma situación. A pesar que mis notas de los bimestres pasados
estaba todo bien, no les puedo negar que tenía miedo de recoger la libreta, me
imaginaba que tal vez era una venganza de nuestros profesores por el mal
comportamiento. Para esto ya contabilizaba más de quince compañeros que no sabía
qué hacer porque había perdido el año escolar. Fue cuando me arme de valor y me
acerque a recoger mi libreta y no la abrí hasta que salí de aquella oficina y
finalmente pude comprobar que no estaba dentro de aquella fatídica lista de
repitentes. Sentí un gran alivio, pero no podía dejar de preocuparme por la enorme
cantidad de compañeros que no nos acompañaría en lo que sería nuestro último
año escolar.
Lo que me quedo como
enseñanza de aquel año escolar, es que por más que la corriente te arrastre
hacia una dirección, somos nosotros finalmente los que podemos cambiar el rumbo y no
dejarnos arrastrar, que hay momento para todo y todo tiene su tiempo y
dedicación.
El día de hoy que escribo
esta historia, me contacte por el facebook, con un amigo que tuvo la suerte de
no estar en aquella lista negra y del que no había sabido nada desde que
dejamos el colegio, y entre tantas cosas
recordamos aquel Fatídico cuarto año
de secundaria
Nos vemos!
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